jueves, 29 de diciembre de 2016

Show must go on - prueba Renault Scenic



Parece mentira, pero ya hace 20 años que el Scenic rueda entre nosotros... y más lejos conceptualmente queda aún aquel primer modelo que revolucionó el mercado europeo con un producto versátil y transformable que parecía que iba a ser la panacea en materia de diseño y aprovechamiento del espacio; de hecho, la misma Renault intentó aplicar su éxito a otros segmentos como el de lujo (Avantime) y el ciudadano (Modus) y en ambos casos fracasó. Y eso que, observándolo ahora con el filtro de los años, cuesta entender que el aspecto de este pionero del monovolumen compacto pudiera llegar a cuajar entre el público, cuando el diseño exterior lo es casi todo en este mundillo...




Construido directamente sobre la base de la versión de 5 puertas, se le hizo crecer en altura manteniendo el mismo tamaño, una longitud de 4,16 metros que, hoy en día, a duras penas dan para el segmento de vehículos ciudadanos pero que en la época era considerada "para familiares". A resultas de este estiramiento, el diseño, casi más alto que ancho, se le ve claramente forzado.


De igual manera, el interior también sufrió este proceso de estiramiento, por lo que la postura de conducción era cercana a la de una furgoneta, con unos pedales que había que pisar más que accionar, un volante muy vertical y una palanca de cambios allá abajo, en el suelo. Pese a todo esto, el hecho de costar unos pocos cientos de euros más que la berlina, el ofrecer a cambio más maletero. 3 asientos posteriores independientes, múltiples huecos (recordemos los que se ocultaban bajo el piso, poco útiles al poner las alfombrillas, pero muy resultones) y las mesillas de tipo avión, hizo que triunfara y que otras marcas corrieran a sumarse al fenómeno (Citroën Picasso, el 7 plazas Opel Zafira, el dinámico Seat Altea y el incomprendido Fiat Multipla).

Las dos siguientes generaciones fueron poco más que rediseños de la idea original, pero con la cuarta toca corregir el tiro para adaptarse a los nuevos tiempos y crear un nuevo Scénic, más cerca, cómo no, del segmento de moda, los SUV, aunque manteniendo algunas de las características que le hicieron llegar a lo más alto en su origen.

A primera vista y observándolo de frente, el Scénic recuerda tanto al Captur que parece, simplemente, su hermano mayor: de hecho, desde este ángulo cuesta distinguirlos. Es en la vista lateral donde encontramos realmente lo que marca las distancias, en tres aspectos clave.


En primer lugar, destaca el quiebro de la linea inferior de las ventanillas a la altura del nacimiento de las puertas traseras, muy audaz y que le dota de una imagen distinta. El segundo aspecto es lo inclinado y adelantado que está el parabrisas, naciendo en el mismo eje delantero y relegando la longitud del morro al mínimo imprescindible, aquí sí, al más puro estilo monovolumen.

Pero si algo marca el diseño del Scénic son las increíbles "galletas" de 20 pulgadas que monta... de serie!. Esta medida, reservada usualmente a vehículos de altísimas prestaciones, off-road y concepts-car de salón, es lo que le distingue entre el resto del tráfico rodado. Creedme si os digo que las fotos no le hacen justicia y que en vivo llama la atención por su modernidad y buena planta. Eso sí, las ruedas tienen "truco" y se han desarrollado unas en especial para el modelo, más delgadas, para evitar que los costes se disparen; un gran esfuerzo para un simple detalle estético, pero que funciona.



Una vez dentro, el salpicadero llama la atención por su sencillez, en forma de una gran T en la que se integran directamente todos los mandos e indicadores, sin filigranas, y por la calidad de todos los componentes, de muy buena factura.


Del Captur hereda el cajón-guantera delante del pasajero. Un poco exagerado, la verdad, pues tiene tanta capacidad que el acompañante casi no puede abrirlo porque le molestan sus propias piernas; ésta es casi la única pega que se le puede poner aquí delante. La pantalla central -táctil- tiene un buen tamaño y añade algunos mandos físicos para que sea más fácil de utilizar y no tener que apartar la vista de la carretera para accionar las funciones más usuales. El cuadro de instrumentos vuelve a su posición natural, delante del conductor, y es de las tipo "amontonado", con una gran esfera central con el cuentarrevoluciones y el velocímetro de tipo digital y 2 semi-circunferencias a ambos lados para temperatura y combustible. Personalmente, no me acaban de convencer al concentrarse mucho la información en poco espacio:  además, cuesta distinguir claramente las revoluciones entre tanto colorín; aquí me quedo con las clásicas de 2 grandes esferas y pantalla central configurable al gusto, pero reconozco que el diseño es actual y casa perfectamente con el resto del coche.



Como en todos los Renault, vas sentado bastante alto, demasiado, pues te sientes poco integrado con el coche; cierto es que la postura es cómoda y relajada, pero la inclinación del salpicadero hacia el parabrisas "expulsa" al conductor de los mandos y todo parece estar más alejado de lo que en realidad está.

En la parte de atrás, pierde una de sus señas más características, pues los asientos ya no son 100% individuales: en verdad son 2 asientos unidos y un tercero independiente aunque por su aspecto parezcan 3. Un pequeño trampantojo para disimular este cambio que da al traste con una de las características más valoradas por los compradores de vehículos familiares, la modularidad, aunque éstos se verán recompensados con un razonable maletero de 500 litros para una longitud total de 4,40 metros -a cada generación, menos compacidad, está claro-. También salva de la quema la práctica consola central deslizable, que te permite acercarla a los asientos traseros o dejarla delante de la palanca de cambios.


El modelo que probé se correspondía al acabado Zen, y la verdad es que el nombre le viene como anillo al dedo... me parece que es el coche más relajante que he probado en mi vida! Anchos asientos tirando a blandos, la base del parabrisas allá abajo en el horizonte, mandos suaves y de corto recorrido pero lento accionamiento...todo parece pasar a cámara lenta o debajo del agua. Ya antes de ponerlo en marcha, incita a la calma y a lograr la paz interior, dejando fuera los nervios y el estrés.

Al encender el motor, despierta un buen gasolina de sólo 1.2 litros pero 130 c.v. , logrados a base de inyección directa, turbo e intercooler; es decir, pura tecnología de competición pero enfocada esta vez a lograr bajos consumos y ausencia total de vibraciones y ruido para seguir manteniendo el ambiente yogui. Es indiscutible la fuerza que demuestra, pero las dimensiones del Scénic lo enmascaran y parece correr menos de lo que lo hace en realidad, acelerando de forma absolutamente lineal; cierto es que tiene una función sport que hace que cambien las leyes del acelerador -apretando lo mismo, corre más y acelera algo mejor-, pero es poco creíble. Y eso que el cuadro de mandos y la luz ambiente interior pasa entonces del color azul al rojo, pero es una faceta que no encaja con el coche de ninguna manera, ni por su aspecto ni por su tacto. Las suspensiones, por su lado, están ahí y cumplen su función con total corrección, absorbiendo bien los baches pero sin dejar que la carrocería balancee en exceso, aunque la parsimonia con la que se acciona la dirección tampoco le supone un gran desafío.

En definitiva, aunque el símbolo de la marca es el rombo -fue una de las primeras del mundo en usar un logo-, realmente tendría que ser la balanza: es el rey del equilibrio. No tiene el diseño más rompedor ni el más convencional, no es el más caro ni el más barato, no es el más cómodo de suspensiones ni el más duro... siempre navega entre dos aguas. logrando una uniformidad que lo hace ideal para los que creen que la función principal de un coche es llevarte de A a B con la máxima rapidez y eficiencia, pero que le hace pecar de insípido a los que disfrutamos de cada segundo que pasamos al volante. Se trata, pues, de un muy buen familiar al que difícilmente se le puede sacar alguna pega y que a buen seguro contentará a la gran mayoría de conductores y, lo que es más importante en este caso, acompañantes.

Y hasta aquí mi último post... de este 2016. Un año en el que he probado más coches que nunca, he conducido por países y regiones de Europa que no conocía y rodado en nuevos circuitos. Difícilmente el  nuevo año lo va a superar, pero, por mí, que no quede!.

Feliz 2017!

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